En todo lo alto, Roma está en lo más alto de la cinematografía a nivel mundial.
Sueños, acompañados de necesidad, depresión, clasismo, un México convulso y en crisis, con heridas que a casi 50 años no paran de sangrar, fue lo que Roma no dio.
Nos metió en historias que no queremos ver, pero que están allí, en un México que existe, y no quisimos ver en 1971 y tampoco en 2019.
Llevó al mundo el abandono y la fuerza, el esfuerzo y el amor, la fuerza de las mujeres mexicanas y lo profundo del dolor de una sociedad golpeada.
En blanco y negro como en aquella época se veía el cine, pero también como ahora se va nuestro panorama, Roma, merece no sólo reposar en los libros de la historia del cine, sino de un pueblo que camina paso a paso, de México y de América Latina.
Es emoción, es orgullo y ganas de hacer lo que en este momento sentimos, Roma, nos enseñó de la mano de Cuarón que toda historia merece ser contada y con Yalitza Aparicio que todos podemos estar frente a una cámara, “aunque no veamos a gente como nosotros en las películas de Hollywood”.
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